La Obra del General Pérez Jiménez

Fotografía del General Pérez Jiménez. Autor desconocido, circa 1956.

“Mire, hijo. Esa carretera la construyó Pérez Jiménez."

Ya sea por las las anécdotas en casa de los abuelos o las fotografías espectaculares en blanco y negro de la prensa internacional de mitades del siglo pasado, todos los venezolanos hemos escuchado, aunque sea vagamente sobre el General Marcos Pérez Jiménez. 

Tachirense de nacimiento, de excelsa disciplina y brillantez intelectual, el General Marcos Pérez Jiménez fue un verdadero patriota venezolano. Los libros de historia, en su mayoría azotados por la costumbre de los parásitos políticos venezolanos de tergiversar nuestra historia, poco rezan con respecto a su grandiosa obra. Vilipendidado por adecos y copeyanos, murió asilado en España, sin poder haber visto a su amado terruño por última vez. Nos quedan, por fortuna, las anécdotas, que no mienten de aquellos que vieron a Venezuela en sus mejores tiempos. 

Entre las ideas del General, plasmadas en el Nuevo Ideal Nacional, encontramos prioritario su afán para mejorar las condiciones de vida de todos los venezolanos. El medio físico se transformó durante el mandato del Pérez Jiménez. Desde el descuido y la falta de planificación, habían brotado los ranchos, la congestión y los servicios públicos insuficientes, en su Gobierno, pasamos a lucir, por ejemplo, la capital más moderna de América Latina. Podemos encontrar, en la Ciudad de Santiago y las entonces nuevas y bellísimas urbes del interior, grandiosas autopistas y avenidas; urbanizaciones residenciales para la clase media; espectaculares viviendas de interés social que reemplazaron a la vileza del rancho y muchísimas más, que nos enorgullecieron alguna vez como pueblo. Tristes reposan y resaltan, todavía hoy, entre tanta destrucción y miseria, algunos vestigios de la Caracas de mitad de siglo: el Humboldt mirando la ocaso moral en las faldas del Ávila; la Ciudad Universitaria, polvorienta, desapareciendo de redada en redada, y el ¡ay, grandioso! Sistema de la Nacionalidad, en la Avenida Los Próceres, profanado por las paradas de las fuerzas de represión del régimen. 

Durante el mandato de Pérez Jiménez, se propició la seguridad a todos los venezolanos hasta el punto que podían dormir con las puertas abiertas, como cuenta mi abuela. La gran obra del General, es despreciada por la “represión” a la oposición política. Ahora sabemos muy bien, como supo la Seguridad Nacional en su tiempo, los peligros que representaron ayer, con su inutilidad y negligencia, los parlamentaristas burgueses de AD y COPEI y hoy, con su colaboracionismo y contrarrevolución. Ni hablar de los comunistas, desaparecidos en aquella época dorada y que ahora nos entierran en los más hondos círculos de la humillación.

También, es sumamente valioso el místico respeto y adoración del General por las costumbres y héroes de su patria. La figura del Libertador, sus palabras y hazañas, fue reverenciada en todos los hogares venezolanos, compuestos de gente decente y trabajadora. Para nosotros,  debe estar siempre presente, como estuvo para el General, el ideal de la familia tradicional venezolana, esa a la que no le faltaba pan en la mesa, que se entretenía escuchando boleros en la sala y saliendo de paseo los domingos, compuesta de nuestro risueño y trabajador padre, caballero en todos los escenarios, la siempre amorosa madre, incansable y hacendosa consentidora de sus hijos, que habrán crecido para ser damas y caballeros de bien. 

La inmigración europea, propiciada por el General, completó el proceso de formación de un pueblo, que, reforzando sus raíces romances, recibió miles de familias, en su mayoría mediterráneas, que hoy, son más venezolanas que cualquiera. 

El recuerdo de esta Venezuela grande e imponente todavía queda y pronto la veremos otra vez.

Gracias General.

Volveremos.

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