No hay nada que perder.

Joven toca el cuatro durante un enfrentamiento
con la GNB en Caracas, 2017. 

Los últimos días se ha presentado para los patriotas una nueva oportunidad, la de hacer entender a nuestro pueblo que no hay nada que perder. Hemos sufrido la situación precaria de los sectores alimenticio y de salud que ha condenado a Venezuela al hambre, la tortura y la muerte indecorosa; hemos experimentado el desasimiento de los valores morales, reflejados en el malandraje, la impudicia y la marginalidad repulsivas; hemos sufrido la persecución del ideal de decencia; la vejación de nuestra patria desde una corte de criminales comunes y vagabundos, arrebatados de toda venezolaneidad; hemos sufrido la traición recurrente de los pequeños caciques politiqueros, que con sus ideas y actos de colaboracionismo charlador y sumiso han contribuido al cabaret democrático de la tiranía.  En los últimos días, la civilización abandonó las grandes urbes, Maracaibo, Valencia y sectores de Caracas, sin electricidad, sumidos en el aislamiento; la clase profesional y obrera ha parado sus acciones y salido a las calles; el paquete de reformas económicas sumirá a la iniciativa privada en un abismo; las cuestiones referentes al racionamiento de gasolina y el carnet de la patria reflejan los intentos ahogados y mediocres de la tiranía para terminar de subyugar a Venezuela.

Pero Venezuela no tiene nada más que perder que sus cadenas.

No es cuestión de coraje o cobardía, es cuestión de dignidad. ¿Qué vamos a perder si salimos a la calle e incendiamos este país a los golpes? ¿Nuestra vida? Moriremos todos igualmente, de hambre, de enfermedades curables o por las balas de los bandidos. ¿Nuestro trabajo? ¿Ese sustento que no nos alcanza? Venezolanos, si vamos a morir, muramos con dignidad. Si vamos a caer, que sea en defensa de lo nuestro: nuestra Familia y nuestra Patria. 

Decía el líder español José Antonio Primo de Rivera en vísperas de la Guerra Civil: “Y queremos, por último, que si esto ha de lograrse en algún caso por la violencia, no nos detengamos ante la violencia. Porque, ¿quién ha dicho –al hablar de "todo menos la violencia"– que la suprema jerarquía de los valores morales reside en la amabilidad? ¿Quién ha dicho que cuando insultan nuestros sentimientos, antes que reaccionar como hombres, estamos obligados a ser amables? Bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la justicia o a la Patria.”

Abandonado el miedo a la muerte, aceptaremos con brío la violencia. 20 años de cadenas, hambre y lenocinio de nuestro pueblo nos hacen estallar en llamas. Cuando vemos un rojo en la calle, nuestra imaginación se apresura en mostrárnoslos muertos, y eso está bien, nuestro justo corazón sabe lo que merecen. Abandonado el miedo, debemos salir a las calles, incendiar esta corte diabólica y su estado. Jóvenes y viejos, varones y hembras, todos sin falta a construir una nueva nación. Ellos, cómodos en sus lujosas casas, con lujosos automóviles y personal de servicio a costa de nuestra opresión. Nosotros, trabajadores, correctos y revolucionarios, debemos estar afuera, empuñando las armas y destruyendo a los enemigos de la Patria. 

Monte su guarimba.

No hay nada que perder, Dios está con nosotros. 

Entradas populares