Lección histórica para la Venezuela moribunda: perfil de una diputación cobarde.

"La Muerte de Girardot en Bárbula", Cristóbal Rojas, 1883.

Hace poco menos de una semana, la Asamblea Nacional inauguró IV Legislatura con su respectiva nueva Presidencia. A estas alturas, es difícil llevarse una decepción. Sin embargo, los títeres democráticos del régimen se han manejado para arrebatarle a Venezuela el suspiro de esperanza con que inaugura el nuevo año. 

Y sí, después de haber sufrido la vulgaridad pseudocriolla de Henry Ramos Allup, los pusilánimes monólogos de Julio Borges y la presencia fantasmagórica del cetáceo adeco Omar Barboza — ¿ese carajo sigue vivo? , apareció, en la Presidencia de la Asamblea, un milennial de traje ajustado que inspira todo, menos miedo. Desde su instalación en el 2016, podemos contar por lo menos tres ocasiones en las cuales nuestra “institución republicana” corrió los diez primeros metros de la maratón por la Libertad de Venezuela, tiró la toalla y perdió. Sus diputados son ejemplo máximo de la más terrible enfermedad moral que puede sufrir el hombre: la cobardía.

Todos los astros se han alineado para nuestra Libertad: nunca antes en la historia de nuestra gesta patriótica habíamos contado con el apoyo de tantos pueblos, gobiernos, intelectuales, empresarios y entes internacionales enteros. Todos ellos esperando a que la Asamblea Nacional de la República —  Bolivariana, según la Constitución por la que se rige  de Venezuela, legisle, haga, o diga algo que pueda incitar una rebelión popular, e incluso, legalizar una intervención militar. 

Pero no, la diputación torpe que hoy sostiene la representación del pueblo venezolano, se ha negado a asumir la fe depositada en él por un pueblo moribundo. Tenemos un Tribunal Supremo de Justicia, ejerciendo en el exilio, compuesto por juristas brillantes y tenemos la voluntad de lucha de nuestro pueblo. Lo único que nos falta es la hombría de los diputados de la Asamblea Nacional, para que nombre, junto con nuestro TSJ, el Gobierno de Transición. 

¿Por qué han tomado esta actitud los diputados? Hay diferentes conclusiones: 

— ¿Están en la nómina de la tiranía? Probablemente algunos, pero no todos.
— ¿No cuentan con las habilidades intelectuales para entender y cumplir su deber? Seguro, pero no todos.
— ¿Tienen miedo? Sí, todos tienen miedo.

Venezuela no puede permitirse una diputación cobarde. El hambre, la miseria y el terror se llevan cada día la vida de cientos, o miles, de personas. Estos hombres y mujeres que ocupan físicamente el Hemiciclo guzmancista deben entender que el contrato moral que pactaron con su pueblo puede incluir la muerte. ¿Pensaron que ser diputados de oposición bajo una tiranía iba a ser una tarea fácil? ¿Pensaron que no los amenazarían a ellos y a sus familias? ¡Qué ingenuidad! 

La lección que nos ha enseñado nuestra historia, una y otra vez, es que los cambios ocurren en Venezuela sólo cuando los hombres pierden el miedo a la muerte y aceptan lo que cuesta ser patriota.

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