Metapolítica.

"Absorto en sus estudios", Eilif Peterssen, 1874.

La idea de Metapolítica (del griego “μετά”, que significa “mas allá”) puede ser rastreada hasta finales del siglo XVIII, donde Juan Luis de Lolme acuña el término dentro del ámbito de la filosofía política. Sin embargo, no fue hasta principios del siglo diecinueve, que Joseph de Maistre, pensador saboyano, se apropió del término para encasillarlo, desde el idioma francés, dentro de las verdades que constituyen el pensamiento reaccionario o tradicionalista, es decir, aquel que se opone a los planteamientos de la Ilustración y la Revolución Francesa. Desde ese momento, la Metapolítica ha permanecido como un concepto oscuro, oculto en círculos intelectuales de derecha. 

La Metapolítica es un concepto difícil de explicar con palabras, ya que la teoría existente sobre este concepto es también, difícil de descifrar. Sin embargo, podríamos concluir la Metapolítica, siendo reduccionista, como la instauración de valores e ideas en la mentalidad colectiva de un pueblo mediante la política. Alberto Buela, pensador argentino considerado pionero de la Metapolítica en América Latina la define así: “la Metapolítica es un saber interdiscipllinar, convergen en ella varias disciplinas, como la historia, la literatura, la filosofía, la sociología, la política y la economía.” Por ejemplo, la Falange Española, la Garda de Fier rumana, el Carlismo, la Action Française y Los Leopardos en Colombia, podrían ser considerados de ideales metapolíticos, ya que estos movimientos cuentan con una visión general de todos los asuntos, es decir, que tienen una visión unitaria de la nación y todo lo que allí se desarrolla. Por ende, la política, para convertirse en Metapolítica, debe contar con un concepto de patria, de pueblo, con métodos historiográficos particulares, con una visión religiosa particular, con una concepción estética y cultural unitaria. 

Desde hace unos diez años, se ha presentado un renacimiento de la Metapolítica que no se veía desde principios del siglo XX. Coincidencialmente, una serie de académicos, teóricos, empresarios y políticos han confluido, por mera casualidad, en una serie de conceptos y teorías que habían sido prácticamente desterrados de la política mundial después de la Segunda Guerra Mundial. 

Autores como Alain de Benoist, Marcello Veneziani, Jacek Bartyzel o Aquilino Duque encarnan hoy las enseñanzas de todos aquellos sabios que advirtieron sobre la Caída de nuestra Civilización a raíz de los preceptos triunfantes de la Ilustración y la Revolución Francesa: la Modernidad. Ellos, entre otros, han sido capaces de unificar casi mil quinientos años de filosofía, que van desde Arístoteles hasta Nietzsche o Heidegger y recogen influencias de místicos, como René Guenon, Julius Evola o Johann Georg Hamann y pretenden adaptarlas, sin modernizarlas, a las prácticas políticas actuales. 

En el campo de la política occidental se pueden detectar tenues trazos de Metapolítica en líderes de opinión como el británico Jacob Rees-Mogg, el parlamentario holandés Thierry Baudet, el francés Jean Marie Le Pen y actualmente por su hija, Marine, el italiano Matteo Salvini y el húngaro Víktor Orbán. Sin embargo, pero en mucha menor proporción, hay figuras como Donald Trump, Santiago Abascal, Vladimir Putin o Jair Bolsonaro, en las cuales se pueden percibir algunos otros trazos de Metapolítica. En Oriente hay grandes líderes que han llevado la Metapolítica a un plano mucho más avanzado, como es el caso de Shinzo Abe en Japón y Narendra Modi en la India. 

La gran diferencia es que nuestra Civilización se ha visto afectada más directamente por la disolución y la decadencia generada por la Modernidad. Nos ha costado más despertar que aquellos al otro lado del Océano. Sin embargo, el voto popular en muchos países europeos y de América ha empezado a abrazar conceptos Metapolíticos en contra del liberalismo y el socialismo, posicionando, casi que por Acclamatio, a movimientos de derecha con influencia metapolítica en puestos de poder, como es el caso de Italia, Holanda o Hungría. 

Como Occidentales, podemos diferir en algunos puntos sobre la base sobre la cual estamos reconstruyendo nuestra Civilización. Por ejemplo, algunos están de acuerdo, hasta cierto punto, con implementar medidas económicas liberales, sosteniendo al tiempo un conservatismo social fuerte. Sin embargo, es importante replantear conceptos hacia una visión unitaria de lo que es para nosotros Europa como civilización y las causas de su declive. Debemos entonces, responder grandes preguntas prohibidas, que son fundamentales para el futuro de nuestra Civilización. 

¿Es el libre mercado global garante de justicia social? ¿La educación superior es un derecho o un privilegio? ¿En qué medida es importante para los occidentales defender una concepción estética particular en el diseño urbanístico de las ciudades? ¿Es la democracia parlamentaria beneficiosa para la expresión de la voluntad popular? ¿Es la conservación del medio ambiente una práctica necesaria para el enhancement de la tradición cultural e Europa? ¿Industrialización o agrarización?

Sin embargo, todavía tenemos un largo camino por delante. Rechazar los clichés intelectuales que enfrascan la justicia social, la cultura y la conservación del medio ambiente dentro del panorama de la izquierda y apropiarnos de estas luchas, que son fundamentales.Las teorías por las que abogamos, que alguna vez fueron norma en nuestra Civilización, son hoy desconocidas. Por ende, la labor recae en buscar aquellos puntos trascendentales que unen todas las corrientes políticas para el mejor interés de Occidente, acoger las luchas sociales de la izquierda y el carácter tradicional de la derecha para consolidar un pensamiento diverso, pero unificado en el objeto de Ser Occidental, contribuyendo a la defensa de las naciones y de nuestra cultura desde todos los focos.

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