Parte II: Definiendo el Ethos Venezolano.

Migrantes llegando a Puerto La Guaira, 1953.

CONSOLIDACIÓN HISTÓRICA DE LA VENEZOLANEIDAD.

En primer lugar, la conglomeración de nuestro pueblo en uno solo corresponde a un proceso histórico que ha tenido varias etapas, que debemos conocer una por una. Primero, el proceso de colonización español es fundamentalmente distinto a otros procesos de colonización que se dieron en el continente. Esta gran diferencia radica principalmente en que estos no consideraban la mezcla étnica como un sacrilegio, sino que, contrario a los ingleses, los españoles yacieron con indígenas que incluso desposaron. Este proceso de amalgama racial fue fundamental para el proceso de evangelización de los indígenas americanos, esto es muy importante, ya que hizo de América la heredera de la Antigua Tradición Hispánica, de la que somos firmes defensores.  

Segundo, el desarrollo de una aristocracia criolla endógena, los mantuanos. Los mantuanos eran grandes hacendados, de ascendencia peninsular, pero establecidos por siglos en territorios americanos. Me atrevería a decir que estos hombres y mujeres fueron, como explicaremos más adelante, los artífices involuntarios de la venezolaneidad. Eran propietarios de grandes terrenos, primero concentrados en Caracas, después esparcidos por todo el territorio. La proliferación de los mantuanos tiene su razón en la emulación de las costumbres europeas —tan arraigadas en la venezolaneidad—y la mezcla con las costumbres del continente: su educación era refinada y culta, eran capaces de socializar con los más distinguidos nobles, pero también con los jornaleros sencillos y joviales de sus haciendas; como disfrutaban de las cenas y los balls, también eran capaces de cabalgar a pelo por los viejos valles. Sin embargo, la marcada discriminación que sufrían de los peninsulares y los cortos derechos de los que gozaban en la administración de la tierra que habitaban, los llevaron, a través de los años, a diferenciarse voluntariamente de estos y, paulatinamente, esta diferenciación voluntaria devino en un orgulloso uniqueness cultural. De ellos heredamos la rebeldía.

En orden cronológico, Bolívar es el tercer factor de la venezolaneidad, sin embargo, el Padre de la Patria es el más importante. Además de las hazañas militares alcanzadas por la Generación de Independencia, la liberación de América del yugo español —que, por cuestiones circustanciales se había vuelto tiránico y liberal— y el establecimiento de las Repúblicas sudamericanas —positivo o negativo, no importa, sigue siendo un trabajo titánico—, a Bolívar podemos atribuirle la homogeneidad de nuestro pueblo como uno solo. Las comunidades políticas, comunes en un solo destino, no surgen por voluntad del hombre, sino porque es la voluntad divina.

Podríamos decir que el problema étnico en Venezuela, típico de la época colonial, se definía principalmente como una pugna en la pirámide social —mantuanos contra pardos o la cuestión de la esclavitud, por ejemplo—, que generaba una rígida división entre razas. Bolívar, en su campaña militar, rompe con este paradigma. Fue en ese momento, durante las campañas bolivarianas, que negros, indios, mantuanos y toda clase de mestizos, lograron unirse bajo un solo estandarte y formar una patria. A Bolívar, además de la gloria y el renombre, le debemos la homogeneidad de Venezuela. Antes de Bolívar, Venezuela era un territorio cuyos habitantes estaban desintegrados, la idea de unión fraterna bajo una bandera no existía, aunque nos unían lazos culturales innegables, poco tenía que ver el llanero de Barinas con el peón de las haciendas aledañas a Caracas. Sin embargo, después de las empresas libertadoras, todos se consideraban hermanos, porque no hay lazo más fuerte que aquel que forman los camaradas que derraman sangre enemiga juntos. 

Su Majestad, es que no son ningunos salvajes. Si usted me da un Páez y cien mil llaneros de Guárico, Apure y Barinas, le pongo a Europa completa a sus pies.” 

Esto diría el Mariscal Morillo, enviado de España para aplacar la rebelión americana, después del encuentro con José Antonio Páez en las Queseras del Medio. El “Centauro de los Llanos” se convierte entonces en el cuarto gran factor de venezolaneidad. En primer lugar, el prócer fue, a pesar de su inquebrantable lealtad al Libertador, el primero en objetar su objeto de unión americana bajo una sola bandera, Páez, llanero rajado, encontró diferencias culturales irreconciliables con los otros “departamentos” de la primera República de Colombia, haciéndolo precursor del nacionalismo venezolano. Después, su figura de caudillo militar, héroe popular, de ideas Tradicionales y agraristas, marcaría un precedente en la política venezolana, mostrándose como ejemplo para todos aquellos gobernantes del país hasta el puntofijismo. 

Casi cien años después de Páez, el Benemérito General Juan Vicente Gómez se consolidaría como el verdadero pacificador de Venezuela. Él es el fundador del Estado Venezolano como una unidad, que ha sido fundamental para el afincamiento de nuestro espíritu. Acabar las rebeliones y los caudillos del siglo XIX y principios del XX, unificar al Ejército y modernizarlo, conectar al país con ferrocarriles y carreteras y centralizar el poder en Caracas —aunque gobernase desde Maracay—, son tareas valiosísimas que proyectaron al país como uno próspero y a la vanguardia. También, y a pesar de muchas objeciones, más que todo de carácter filosófico a los apologistas de su gobierno, debemos considerar al Benemérito como el padre del conservadurismo venezolano: era un hombre profundamente castizo por su origen rural; ha fungido como inspiración para varios pensadores conservadores venezolanos del siglo XX; las políticas de su gestión consolidaron a la familia venezolana tradicional, que tiene características muy particulares y fue fundamental para lo que ahora llamamos “época dorada” de nuestro país, que se daría veinte años después.

La bonanza, la calidez de sus gentes y la estabilidad de Venezuela atrajo, durante todo el siglo XX, a muchos inmigrantes provenientes desde todos los rincones del mundo a Venezuela. Podemos detectar varias migraciones que son fundamentales para el desarrollo de la venezolaneidad y que hacen de nuestro espíritu un purísimo heredero de la Tradición Occidental. Debemos referirnos a este asunto en orden acronológico, ya que las diferentes migraciones no corresponden a períodos históricos exactos, sino que se han dado repetidas veces con el paso del tiempo. La primera migración, es aquella proveniente de la península ibérica, Canarias e Italia, esta es considerada como la más importante en la historia de nuestra patria. Los españoles, portugueses e italianos llegaron a Venezuela durante dos momentos históricos específicos, el primero, lógicamente, fue durante la Colonia, — vale la pena aclarar que la mayoría de nuestros próceres, incluidos Bolívar, Miranda y Páez, eran de ascendencia canaria —, el segundo, fue durante la primera mitad del siglo veinte y los años inmediatamente siguientes, por razones generalmente políticas, como la Guerra Civil, en España, la Revolución de los Claveles en Portugal y la destrucción de Italia después de la Segunda Guerra Mundial. Estos migrantes asimilaron su venezolaneidad rápidamente, desposaron venezolanas y nos legaron tradiciones muy antiguas procedentes de Europa, que forman parte fundamental de nuestro ethos Católico. 

Después de estos, considero también sumamente relevante las migraciones Alemana y del Este de Europa, que se pueden datar tan atrás como el siglo XV, con la llegada de la familia Welser a Venezuela, encargada por Carlos V para colonizar este territorio. Durante la segunda mitad siglo XIX hasta 1950, se establecieron tres grandes colonias alemanas en Venezuela —Tovar, El Jarillo y Turén— , en las cuales se habla alemán coloniero y cuyos poblados están construidos como las antiguas ciudades de Baden. Es importante recalcar que la mayoría de los alemanes que llegaron a Venezuela practicaban el Catolicismo, entre esos, se encontraban príncipes germánicos y nobles de semejante índole, que, asimilando también su venezolaneidad prontamente, se podría decir que son los grandes impulsores de la industria moderna venezolana, que hasta hace poco tiempo, era una de las más avanzadas del continente. Ahora bien, la diáspora proveniente del Este de Europa en Venezuela se establece necesariamente después de la Segunda Guerra Mundial, está compuesta por rusos, bielorrusos, ucranianos y polacos. La mayoría de estos migrantes se ocupó de labrar la tierra durante unos años, sin embargo, entre descendientes directos de esta primera generación, es decir, aquellos nacidos en Venezuela, fueron actores políticos decisivos en la política venezolana durante la segunda mitad del siglo XX, tanto de la derecha anticomunista como de la izquierda trotskista. 

Por último, debemos volver a referirnos a los Grandes Hombres que forjaron nuestra patria. En este caso, el último de ellos fue el General Marcos Pérez Jiménez, que gobernó Venezuela a través de los años cincuenta. Aparte del éxito económico de su gobierno, que posicionó a nuestro país entre las primeras cinco economías mundiales. Está también su temible y grandioso Ejército, hoy caído en desgracia y la construcción de grandes obras de infraestructura, alabadas todavía hoy por su magnanimidad. En añadidura, al General Pérez Jiménez y a su ideal político se le pueden atribuir dos grandes logros, que deben ser reconocidos como fundamentales para la venezolaneidad, el primero, es la aplicación de un nacionalismo sin complejos en la obra de gobierno, convirtiéndose esta como inspiración para todo nacionalismo venezolano postulado en la segunda mitad del siglo XX. Segundo, debemos atribuirle la consolidación de nuestra nacionalidad, durante la prosperidad de su Gobierno, los venezolanos ultimaron los modos por los cuales nos regimos al día de hoy, la heterogeneidad de las culturas europeas, demostrada tanto en nuestra música, como en nuestro arte e incluso en nuestra gastronomía, pero sobretodo, en nuestra forma de ser, que es muy particular y que necesariamente deviene del orgullo patriótico que sentimos cuando recordamos con saudade las épocas doradas de nuestra patria. Todo esto nos hace herederos directos de la Tradición Occidental, que peligra en Europa, pero que sobrevive, a pesar de la disolución, en nuestro país.

(Continúa en la Parte III)

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