América Latina tiene voluntad de Imperio.


"Paysage tropical avec masureset palmiers", Camille Pisarro, 1856.

«¡Desgraciado Almirante! Tu pobre América, 
tu india virgen y hermosa de sangre cálida, 
la perla de tus sueños, es una histérica 
de convulsivos nervios y frente pálida. 

Un desastroso espirítu posee tu tierra: 
donde la tribu unida blandió sus mazas, 
hoy se enciende entre hermanos perpetua guerra, 
se hieren y destrozan las mismas razas.»

[«A Colón», Ruben Darío]

Pocos momentos se han presentado tan tristes para mí como los últimos meses. La situación de mi pueblo no mejora, ni puede mejorar, mientras la política nacional y regional se muestren indiferentes ante nuestro problema. Y no, no es una expresión exagerada: a la política en Venezuela, no le importa Venezuela y a nivel latinoamericano, pues bueno, importa mostrarle a los Estados Unidos que se está haciendo alguna clase de esfuerzo, cuando en realidad, en los salones diplomáticos, se sigue discutiendo exactamente lo mismo que hace veinte años.

Los titulares de todo el continente, amanecen llenos de noticias sobre Venezuela. Claro, todos los americanos viven de cerca la situación, dentro y fuera de Venezuela y sienten el deber de informarse. Pero cuando revisamos el detalle de la noticia, nos damos cuenta que realmente, no importa nada de lo que están diciendo. Lo vienen diciendo desde hace mucho tiempo.

Por esto, decidí entonces intentar sacar a Venezuela de mi vida. Tanta oscuridad y tanta tristeza, todos los días, en todos los medios, no pueden ser buenas para nadie. 

Pero no pude.

¿Y la gente qué?

Por más que lo intente, la imagen de mis compatriotas caminando por las carreteras, enfermos, hambrientos, mendigando las calles sudamericanas desde D.F. hasta Buenos Aires, no sale de mi cabeza, ni de mi corazón y me lo rompe en mil pedazos.

Hace algunos días, una parlamentaria peruana, nos solicitó, vehementemente que regresáramos a nuestra tierra. No hace mucho, otro, en otro lado, dijo que teníamos que volver para dar la cara y luchar. 

Pero nada de esto es posible, porque Venezuela ya no existe en Venezuela, físicamente, me refiero. Venezuela, la nuestra, se fue caminando por la selva al exterior y vive en la patria de los recuerdos colectivos. Nuestros hermanos americanos tienen que entender, al igual que el resto de nosotros, que lo nuestro no es un problema material, ni político, que sufrimos es de deficiencia espiritual por haber vivido tanto tiempo en las sombras.

En América Latina no puede caber la discriminación entre hermanos. Tenemos que hacer un esfuerzo, entre todos, para tratarnos como seres humanos dignos e iguales ante la ley, derecho que alguna vez gozaron todos los americanos en la Venezuela que perdimos. 

¿Cuál es el problema que nazcan niños colombianos de padres venezolanos? ¿Cuál es el problema de que se nacionalicen nacidos en Venezuela como panameños o ecuatorianos o chilenos? ¿Cuál es el problema de que vendamos chocolates en las calles del Perú? 

¿Es que acaso nosotros, los venezolanos, no hablamos el castellano, no somos del mismo color de piel, no somos cristianos?

[…]

Los grandes hombres de todo el continente han soñado con el ideal de unión americana: desde mis paisanos, Bolívar y Miranda, hasta Artigas y Ugarte en Argentina, pasando por Vasconcelos en México, Hostos en Puerto Rico, Martí en Cuba y Ruben Darío en Nicaragua. Todos ellos soñaron con la Patria Grande. Y ahora yo también la sueño.

Tanta pobreza, tanta necesidad, tantas amenazas y odio entre hermanos, sin necesidad. ¿Por qué no crear una unión nuestra, grande, desde Tijuana hasta Tierra del Fuego? ¿Acaso no sentimos todos una América Latina con voluntad de Imperio? 

Un mercado y un parlamento comunes, sin restricciones de tránsito, una fuerza plural de peacekeeping, con garantías de libertad para los países hoy o mañana oprimidos. Nunca más tendremos que vivir relegados como tercer mundo, nunca más tendríamos que preocuparnos porque lleguen tiranos a matarnos de hambre. Podríamos consolidar el polo hispánico, ante el polo anglo, ante el polo euroasíatico. 

No somos Europa, la nuestra no tendría posibilidad de ser una Unión fallida. Somos los hijos de Europa, pero también somos indios y somos africanos. Entre nosotros no existe diferencia de credos, ni de razas, ni de idiomas. Somos la misma gente. 

El nuestro es un ideal, que no es político, sino poético y estético. Representa un refugio en la unidad, un Paraíso que apela a todos los estamentos de la sociedad. La nobleza de la tradición hispanoamericana es así, letras, música y alegría.

Entradas populares