¿Los Intelectuales?

Jean Paul Sartre, el «intelectual comprometido».

Al intelectual de izquierdas lo publican en todos los diarios, revistas y semanarios. Lo invitan a dar conferencias alrededor del mundo. Le hacen el honor de concederle premios, editar sus libros y permitirle cátedras en las más antiguas y excelsas universidades.


El intelectual de izquierdas es recompensado por su trabajo, vive cómodamente, no ha debido someterse jamás a la pena de raspar la olla.


El intelectual de izquierdas entendió que de algo debía vivir y se hizo meretriz de los dictámenes de consumo de las sociedades capitalistas más desarrolladas. El marxismo es mercancía desde Mayo del 68.


Por otro lado, está el sufrido intelectual que se hace llamar «de derechas» —que no es más que un liberal de costumbres burguesas— y le hace creer al mundo que se opone a la izquierda con sus mercados y sus bancos. 


Este intelectual «de derechas» vive de una aparente censura. Lo invitan los que se creen rebeldes a que dicten conferencias, y les pagan bien. Venden sus libros en las primeras editoriales y todo el mundo los compra. Los contratan en los Institutos de Administración para que hablen sobre las maravillas de Chicago.


Comen todos, izquierdas y «derechas» de un supuesto antagonismo.


Digo «supuesto» porque es obvio, para los más esclarecidos, que no existe tal antagonismo.


A las élites liberales les conviene el intelectual de izquierdas para que el debate parezca siempre dicotómico. El teatro del control muestra dos clases que se oponen para hacerlo creíble. Pero, al final, no hay oposición real, la izquierda, como la conocemos hoy, es hija saturnina del liberalismo. El materialismo, padre de marxismos y liberalismos, ha monopolizado el mundo.


Los marxistas —o los liberales igualitaristas—, lo entendieron muy bien. No se puede negar que son gente inteligente. «Hegemonía Cultural» decía Gramsci. La gente de «derecha» prefiere ser educada en un Instituto de Administración, donde todos los profesores son liberales. La gente de izquierda se decanta por la Universidad pública, donde todos los profesores son marxistas. Pero, en el fondo no hay diferencia verdadera. Los primeros creen en la desigualdad material, los segundos en la igualdad material. No existe la posibilidad de ruptura. Quizás nada más en los seminarios. 


Las pruebas están al alcance de la mano. Noam Chomsky, por ejemplo, bestseller de izquierda,  las editoriales más grandes del mundo —como Metropolitan y Penguin—, le han publicado más de treinta libros de política. El sujeto es profesor emérito del Massachusetts Institute of Technology en Boston, una de las universidades más prestigiosas del mundo. El portal Glassdoor dice que un catedrático de esta institución tiene un salario promedio de ciento noventa mil dólares anuales. ¡Y se hace llamar antisistema!


Juan Carlos Monedero, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, fue asesor de Hugo Chávez por cinco años —habrá cobrado en petrodólares—, tiene su propio programa de televisión e incluso Trotta le ha publicado libros. ¡Vaya marginado!


Gloria Álvarez, liberal guatemalteca, salta a la fama literaria por publicar el libro «El Engaño Populista» con el liberal chileno Axel Kaiser profesor universitario, celebridad en redes sociales y articulista de Forbes — a través de la editorial Ariel, una de las más importantes del mundo hispanohablante. Se vende a sí misma como una marginada por el «sistema de izquierdas», pero tiene programas de radio, nadie la censura, la invitan a conferencias alrededor del mundo y le publican sus libros —con todo y escándalos de plagio—. Y exactamente igual a ella andan otros, como Agustín Laje o Antonella Marty, ufanándose de una derecha que no es más que un materialismo podrido y hereje.


¡Ahí está la explicación de por qué ser ser intelectual de izquierdas —liberal y marxista— es rentable! ¡A los grandes capitales les conviene, están dispuestos a pagarle lo que sea al primero que quiera seguirles el juego!


El drama está milimétricamente calculado. Entre libros, ensayos y artículos, capitalistas y comunistas —sí, todavía siguen peleando Caín y Abel—, debaten el futuro del mundo. El público consume afanado el material: piensan que comprando y difundiendo libros del uno y del otro están tomando parte en una guerra.


Una guerra que, al final, no existe. Una guerra que es ficción. Una guerra que nace nada más y nada menos que en las sociedades capitalistas más desarrolladas. Una guerra que exporta material intelectual al resto del mundo afianzando el experimento: un enfrentamiento controlado en una caja de petri. 


¿Y la verdadera Derecha?

Por otro lado, el verdadero intelectual de derechas —ahora sin comillas—, para hacerle el juego al Hombre, ha decidido hacerse pasar por intelectual de izquierdas. 


Los herederos de Jünger y Spengler son tres o cuatro travestis ideológicos. De Benoist y Dugin son claro ejemplo. El primero arrasa entre la izquierda europea, el segundo entre la izquierda tercermundista. 


No los condeno. Su pensamiento es brillante, lo admiro, lo estudio, lo sigo. Pero son travestis: los intelectuales de derecha que deben figurar como intelectuales de izquierdas para poder comer. Han Cabalgado el Tigre. 


Conclusión.


Podemos aparecer atrapados, pero siempre está la valentía de ser disidente: no cabalguemos el tigre, matémoslo. 

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