VANGUARDIA DEL SIGLO.

Marcel Janco, Cabaret Voltaire, 1916.


Lo atraparon mientras corría. 

Lo detuvieron, lo apalearon, lo despojaron de sí mismo. 

Lo dejaron desnudo, roto, débil. 

Lo cargaron en un baúl y lo encerraron. 

Los Jinetes tienen secuestrado al Hombre. 

Lo tratan como niño y le procuran todos los cuidados.


Los Antiguos pensaban que el Tiempo, como cosa viva, sigue y seguirá siempre las normas de la Naturaleza. Tenían razón. Como los hombres, las sociedades, las plantas y las estaciones: el Tiempo da vueltas, se repite. No corre desaforado, acelera y desacelera. Gira, como la Tierra. Los siglos, entonces, tienen también un carácter orgánico. Nacen, crecen, son coronados y mueren. 


Cada uno de estos momentos naturales van acompañados de pensamientos, actitudes, valores, colores y olores distintos. Y esto lo podemos afirmar gracias a la memoria de los que han vivido y han muerto. El relato del siglo, se repite una y otra vez en los libros de Historia, en los cuentos, en las canciones. 


El nacimiento es un momento sin color, ignorante, desmemoriado. La entrada en madurez, en cambio, lo que podríamos llamar crecimiento, o desarrollo, es el momento de la verdadera percepción. La etapa más bella del siglo, donde se funden los sentidos, el sentimiento y la razón, donde hay emoción, donde se aprende, se critica y se canta. 


Pero sobretodo, donde se define el resto del siglo.


Las etapas de mi generación están alineadas ordenadamente con las etapas del siglo, por lo menos, así se supone. Y digo que se supone, porque no ha sido así, o por lo menos, no ha sido así todavía. Los que nacieron con el siglo se quedaron estancados en el primer desarrollo. 


Sí, hermano. Prefieren todos la comodidad y la certeza. Su destino está vacío y su cultura es, objetivamente, mierda. Ninguno se ha propuesto la ruptura, ninguno se apasiona, ninguno corre y salta. Todos aceptan la autoridad, la moda, los dictámenes de los viejos, los palazos del Estado, las formas sociales comunes y corrientes.


La disidencia se aplasta, hermano, con una eficacia sin paralelo en la historia de la humanidad. El que es distinto, realmente distinto, termina moldeándose dentro de esa masa inculta y sin gusto compuesta de miles de millones de jóvenes. 


¿De quién es la culpa original? Nunca lo sabremos con exactitud. Podríamos decir que de nuestros padres, porque nos criaron así, pero no es del todo cierto. Podríamos decir que la culpa es del Estado, o del Gran Capital, o de algún país, pero eso tampoco es del todo cierto. La culpa, hoy, la tenemos nosotros. 


Sí, hermano, nosotros. Tú y yo. 


Tú y yo que agachamos la cabeza. Tú y yo que dejamos que nos encierren. Tú y yo que nos dejamos poner bozal. Tú y yo que no tenemos espacio. Tú y yo que carecemos de pasiones. Tú y yo que seguimos cosas y no principios. Tú y yo que tenemos miedo a morir. Tú y yo que esperamos con ansias el fin de semana para convertirnos, aunque sea por un momento, en los Hombres desbocados que deberíamos ser todos los días


¡Mira nada más, hermano, cómo comenzaban los siglos! Hace uno, los roaring twenties. Hace dos, Napoleón. Hace tres, Bach. Hace cuatro, Richelieu. ¿Quiénes son los hombres de nuestro siglo, el siglo XXI? ¿La OMS, Bad Bunny, Houellebecq?


Por estas mismas calles pasaban genios, pistoleros y curas. Y se juntaban, se hacían amigos —o enemigos— y vivían y agitaban y eran. Yo también merezco presenciar lo maravilloso humano, porque soy persona y me corresponde.


¿Hay solución? ¡Por supuesto! ¡Tenemos que dejar de contrariar nuestra Naturaleza, tenemos que salir, tenemos que arriesgarnos, arrojarnos a nuestro siglo humanamente, demencialmente, apropiárnoslo y moldear los años venideros!


Propongo entonces lo siguiente: la ruptura. 


Somos vanguardia del siglo, asumámoslo. Vamos a romper los moldes, a agitar al mundo, a pensar originalmente, a criticar, a gritar, a enloquecer las calles. Vamos a apagar los teléfonos y vamos a reunirnos todos para bailar, pensar y celebrar la vida. Vamos a crear teoría, vamos a hacer cine, vamos a escribir teatro. 


¡Vamos a destruir la ciencia, lo correcto, el gobierno de los viejos! ¡Vamos a cargarnos de responsabilidades! ¡Vamos a tener principios! ¡Vámonos a la guerra, perdamos el miedo a morir! ¡Vamos a desafiar a los físicos y a los doctores! ¡Vamos a hacernos pinceles creadores del mundo que queremos!


¿Y si morimos? Pues morimos habiendo vivido como Hombres. 


Dios con nosotros. 

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